Mi incursión en el mundillo de la pintura se produce por
casualidad, en 1977. Durante el servicio militar, una vez terminada la jornada, ya en el tiempo de descanso, se me ocurrió, para matar el aburrimiento,
dibujar con bolígrafo a una mujer que anunciaba una marca conocida de anís. Era
la foto de un anuncio en una revista.
El dibujo parece que no quedó mal del todo. Un compañero de Xativa
me preguntó si yo era pintor, a lo que rápidamente respondí que no. En un tono
de broma me pidió que dibujara a su novia. Me atreví, nuevamente con el
bolígrafo, y quedó muy contento. Le escribió una poesía en el reverso.
Otro compañero de Barcelona, me preguntó si no me importaba
pintar también a su novia. Le dije que no tenía nada mejor que hacer.
Aquello me empezó a gustar y en los días siguientes, una vez
que “tocaban el alto”, (fin de la jornada) me dediqué a copiar imágenes de las
revistas que caían en mis manos.
Le pedí a mi novia, que por entonces trabajaba en la
Papelería Hurtado, que me comprara bloc de dibujo, lápices, sacapuntas y goma
de borrar. Y mi tiempo libre se convirtió en pintar novias de compañeros. Lo
hacía totalmente gratis, hasta que Fernando, chofer del coronel, me recordó que los dibujos no eran una necesidad para nadie, sino un
capricho, y que si yo no era capaz de ponerle precio a mis dibujos, él se lo
pondría. A partir de entonces, gracias a mi “marchante” comencé a cobrar 200
pesetas por cada uno. Aquello me permitió en más de una ocasión comer en la
cantina en lugar de en el comedor del cuartel.
En cierta ocasión se convocó un concurso de dibujo en el
cuartel. Presenté una copia a lápiz del indígena que aparece en la portada del libro “Concientización,
evangelización, política” (Leónidas E. Proaño).
Portada libro"Concientización, evangelización, política" |
Conseguí el primer premio. Me
dieron a elegir entre dos mil pesetas (algo que para la situación por la que
estaba pasando no venía nada mal), o diez días de permiso. No lo dudé ni un
solo instante, y disfruté de diez días en casa que me supieron a poco.
A partir de entonces, Charo encontró la excusa perfecta para,
aprovechando fechas señaladas (Cumpleaños, Santo, Reyes..), regalarme material
de dibujo y pintura.
Pocos años después y sin tener ni idea, me atreví con el óleo. Pinté entre otros, el
cuadro titulado “Mis inquietudes”, que presenté a un concurso convocado por la
escuela de adultos El Algibe. Obtuve el segundo premio en la categoría de
aficionado.
Mis inquietudes |
Creí que era necesario cimentar mi afición en una formación
más académica. Me matriculé en la escuela de Artes y Oficios de Jerez, año
1982. Pero sólo estuve tres meses, ya que asuntos familiares me impedían
ausentarme diariamente tanto tiempo, además de la jornada laboral.
Desde entonces me he tenido que buscar la vida de forma
totalmente autodidacta. He dibujado y pintando de forma más o menos asidua,
exceptuando el tiempo durante el que hice la Licenciatura en Sociología por la
UNED.
Suelo pintar y dibujar cualquier motivo: bodegones, paisajes,
retratos, etc. Pero lo que realmente me
atrae y con lo que me siento totalmente identificado es con el Surrealismo. Aunque yo diría que es sólo surrealismo desde
el punto de vista estético, no filosófico. La mayoría de las veces no dejo mi
subconsciente totalmente libre para que me marque el camino, como decía André
Bretón basándose en el psicoanálisis de Freud.
Suelo utilizar la pintura surrealista para transmitir mis ideas, mis preocupaciones,
mis denuncias,… Mis cuadros tienen siempre un trasfondo, un mensaje y me gustaría que quien los mire, haga un pequeño esfuerzo en intentar conectar,
al margen de si le gusta o no. Preguntarme de forma automática “que significa
este cuadro”, sin haberle dedicado ni un segundo, no tiene sentido. Para eso
haría un escrito o un manifiesto, en lugar de pintar un cuadro.
Creo que autocalificarme como pintor sería una osadía por mir parte. Por eso me defino como aprendiz, y por lo tanto admito cualquier crítica, comentario, sugerencia, consejo, recomendación, etc.
Creo que autocalificarme como pintor sería una osadía por mir parte. Por eso me defino como aprendiz, y por lo tanto admito cualquier crítica, comentario, sugerencia, consejo, recomendación, etc.
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